Menos mal que con los rifles no se matan las palabras

sábado, 23 de octubre de 2010

Primera clase

Como muchos alumnos, yo no conocía a la nueva profesora de Literatura castellana. Al ser el primer año de bachillerato, todos esperábamos con ansia ver cómo sería la persona que nos hablaría de las palabras escritas hace ya muchos años.

Entró en la clase una mujer no muy mayor, sonriente, que se presentó como Mari Carmen. Desde mi posición, la última fila de asientos al lado de la ventana, es difícil mantener la atención centrada al cien por cien en la clase durante los 60 minutos que dura cada asignatura, pero intenté que mi cabeza no volara a otros mundos para no perderme ya en el primer día.

No fue demasiado difícil, nos explicó su método de aprendizaje, igual que habían ido haciendo todos los profesores durante la semana. Quería que aprendiésemos todo lo que ella quería enseñarnos sin tener ella que sentarse a hablar y nosotros a tomar apuntes, haciendo que nuestra participación fuese más alta y las clases más amenas.

Me sorprendí un poco, aunque no era la primera profesora (ni la última) que quería cambiar el método de educación. Yo había llegado a bachillerato con la idea de tener que tomar apuntes todo el rato y estudiar y tratar de comprender los temas cursados en clase al llegar a casa, pero resulta que este año la educación del bachillerato es más parecida a la eso que a la universidad.

La verdad es que no sé si soy muy capaz de trabajar por mi cuenta, debido al escaso tiempo del que dispongo, hago muchas (ansío pensar que no demasiadas), y si no me ponen un trabajo en concreto nunca recuerdo lo que tengo que hacer, por mil veces que me lo apunte. ¡Qué cabeza!

Aún así, es cierto que el auto-aprendizaje es un buen método, ya que entiendes las cosas en vez de empollarlas y soltarlas en un examen sin comprender la mitad de lo que escribes.

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