Menos mal que con los rifles no se matan las palabras

domingo, 26 de diciembre de 2010

Análisi de la sexta parte.

La verdad es que no me gustan los esquemas, y la clase entera se basó en hacer un esquema enorme en la pizarra, que me miraba ahí quieto, tal como monstruo amenazador de color blanco sobre fondo verde. La verdad es que miento cuando digo que no me gustan los esquemas, ya que son una herramienta de trabajo buenísima para recordar conceptos. Me corrijo: no me gustan los esquemas que no hago yo, ya que me cuesta mucho eso de seguir las líneas para unir conceptos, y muchas veces me pierdo entre flecha y flecha, con mi especial facilidad para desconectar del mundo entero y perderme en el laberinto de mi imaginación.
Supongo que ese día el monstruo era demasiado grande como para ignorarlo y afrentarlo luego en casa, con más tranquilidad, así que, con un sobreesfuerzo, concentré mis fuerzas en abatir al ser malvado y, milagrosamente, no resultó ser tan difícil.




La vuelta a Madrid de Andrés Hurtado no es más que la confirmación de la decadencia de España. Todo lo que hace Andrés parece conducirle al sufrimiento, como si la única forma de ser feliz fuera la ignorancia, como si la única forma de escapar de la triste situación fueses marcharse del país, igual que hace Fermín Ibarra, para encontrar mejores situaciones en Europa.

Se respira en cada momento la necesidad de un cambio, de alguna cosa que cambie la actitud de los españoles del momento.

La pérdida de las colonias de Cuba no hace más que confirmar el desprecio que siente el español por su propia cultura ya que, aún y siendo claro que España perdería la guerra, todo el mundo creía todavía en esa España gloriosa que conquistó tierras lejanas y, al perder (y eso es aún peor) nadie dice nada y actúan como si nada hubiera pasado, con esa actitud conformista que tanto odia Andrés.

Aún así, todavía hay una pequeña esperanza en el corazón de Andrés, que la podemos ver en Lulú. En ella por fin vemos el espíritu práctico de Iturrioz llevado a la acción: consigue la felicidad de su hermana arreglando un matrimonio y además sale enormemente beneficiada, pudiéndose autosostener y autorealizarse profesionalmente.

Hay otra conversación entre Andrés y su tío interesante en esta parte, donde Iturrioz defiende que todo aquél que no pueda garantir una vida digna a sus hijos no debería tener descendencia, ya que darle a tus hijos la vida para que tengan que sufrir es una aberración.
Es una posición que no cuadra exactamente con la personalidad de Iturrioz, tan práctico, pero también podemos ver que sus pensamientos sí que encajan con su espíritu liberal, con toda esa historia de la compañía del hombre, que debería dar los valores adecuados a aquellos que quisieran escucharlos.

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