Menos mal que con los rifles no se matan las palabras

lunes, 20 de diciembre de 2010

Análisis de la cuarta parte

Como siempre, aprovechando cada segundo que tengo libre, empecé a leer la cuarta parte debajo de la mesa de alguna clase del conservatorio, a escondidas, aunque me di cuenta al pasar la página de que mi cerebro no podía comprender el cien por cien de lo que leía, debido a la densidad de las conversaciones que tiene Andrés con su tío Iturrioz en esta parte, y lo dejé para otro momento. Tuve que releer páginas enteras para llegar a entender qué intentaba explicar cada personaje, qué representaba cada uno de ellos, pero no fue hasta la clase del día siguiente que pusimos las cartas sobre la mesa y todo empezó a cobrar sentido, una vez más.

Para que todo esté bien ordenado, he hecho un resumen de cada parte y seguidamente su análisis, pero la cuarta parte es, básicamente, la conversación entre Iturrioz y Andrés, y creo que sería contraproductivo intentar resumirla, así que explicaré solamente qué intenta decir cada personaje en cada momento.

Durante la cuarta parte podemos ver que Andrés tiene un pensamiento más elaborado debido a que ha leído más. Ya no se basa solamente en las teorías de Schopenhauer, sino que también se refugia en Kant, de quién saca sus ideas sobre la vida y la muerte.

Da la sensación de que Andrés está más liado, más confuso. Hoy en día quizás podríamos decir que es depresivo debido a su actitud pesimista y el caos que se ha creado en su mente tratando de encontrar dónde está la justicia. Tiene la necesidad de tenerlo todo bajo control y no tiene capacidad de esperanza. La sensación que se podía entrever en las otras partes de que todo se podía solucionar y que él tenía que hacer alguna cosa para que las cosas cambiasen desaparece y aparece un principio de resignación que se va acentuando por momentos.

Al contrario que su tío, Andrés no tiene sentido práctico, rechaza la acción concreta y, aunque da muchas vueltas sobre como debería ser todo, no piensa en cómo actuar para que todo vaya a mejor. Se vuelve más escéptico y se tortura a sí mismo. Cree que el saber solo le trae desgracias y que, cuanto más conoce, peor está.

Vive una vida muy austera, no necesita grandes cosas. Este es uno de los pocos puntos prácticos de Andrés. No desea nada material que no necesite realmente, como si despreciara el dinero y lo limitara simplemente a una herramienta para la supervivencia.

Iturrioz es el opuesto de su sobrino. Intenta reconducirle hacia una vida más fácil, llevarlo por el sendero práctico. Intenta que lea a los filósofos ingleses, pero Andrés se niega y se convierte en todo un teórico.

Mientras Andrés desea tener todo el saber al mismo tiempo que lo desprecia, Iturrioz intenta ponerle límites a su ansia de conocimiento. Habla de su idea de crear la compañía del hombre, que debería enseñar el valor real de las cosas.

Dice Iturrioz: esta compañía tendría la misión de enseñar el valor, la serenidad, el reposo; de arrancara toda tendencia a la humildad, a la renunciación, a la tristeza, al engaño, a la rapacidad, al sentimentalismo...

Andrés se ríe de él y le dice que le escriba cuando haya fundado esa compañía, ya que él piensa marchar fuera de Madrid, huir de los problemas.

Al final, Baroja hace una suave descripción impresionista que nos deja una sensación muy dulce en el paladar, dejando puntos suspensivos al final que dan esa sensación de eternidad, de que el paisaje es tan extremadamente complejo y digno de admiración que podría llenar páginas y más páginas con impresiones del paisaje, como si el espacio fuese infinito al igual que el tiempo.



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