Menos mal que con los rifles no se matan las palabras

lunes, 27 de diciembre de 2010

Séptima parte. Fin de la lectura y otro punto de vista del 98

Sé que Séptima parte. Fin de la lectura y otro punto de vista del 98 es un título muy largo para una sola entrada, pero la verdad es que en una sola clase tratamos muchos temas, ya que hablamos de la última parte, del libro en general y de otro punto de vista del 98 que a mi me interesó mucho.
Me había perdido una o dos clases (no lo sé exactamente) debido al viaje a las tierras de la lejana Índia, así que los primeros días estaba un poco perdida.
Intentaré explicar más o menos los temas que tratamos.

La primera frase que se me ocurrió al intentar analizar el final del libro es que Andrés Hurtado no quiere tener descendencia porque no quiere que su hijo viva en esa España que le parece tan penosa.
Cuando Andrés y Lulú se van a vivir juntos, vemos que el protagonista es un hombre avanzado a su época, ya que nada de lo que hace es normal en ese momento aunque ahora lo veamos muy común.
Primeramente, la forma de organizar su piso, con la máxima luz natural posible, espacios abiertos, escasa decoración y muebles innecesarios es el concepto que tenemos nosotros de casa moderna, higiénica, iluminada.
Además, no ir a vivir a casa de los padres o que los padres de uno de la pareja se trasladaran a vivir con ellos no era nada habitual, pero Andrés sabe perfectamente que la presencia de la madre de Lulú en su vida del día a día le va a cortar la reciente libertad que ha adquirido, que no le va a dejar respirar esa paz que tanto anhela.
Aún así, la naturaleza de Andrés le conduce al pesimismo siempre que puede, con lo cual es imposible hacer duradera esa felicidad que tanto le ha costado conseguir. Entiende demasiado, observa mucho y sabe tanto que el conocimiento y la inteligencia que posee le llevan a ver una visión negra y triste de la vida, y, como es tan negativo, parece que la mala suerte le persiga a todos lados.
Hoy en día, a Andrés lo cualificaríamos de depresivo, aunque por aquél entonces este término no se usaba con este significado.

A partir de aquí, el tema cambió por completo. Leímos una serie de artículos sobre el fin de lectura del árbol de la ciencia. Muchos de ellos eran simples opiniones o ampliaciones de como Baroja abría la literatura hacia otro mundo. Pero hubo uno que me llamó en especial la atención, una crítica hecha por Germán Gullón que hablaba de Baroja como yo no había oído antes.

Con la novela de Baroja, en donde el protagonista y el escritor son tan similares, vemos que Pío Baroja era también muy pesimista. Aunque es verdad que España no pasaba su mejor momento, no estaba tan mal. Él, que era de familia rica, era el que más se quejaba de la pérdida de las colonias y, sin embargo otros que estaban en peor situación no decían nada.
Mientras todos los jóvenes hacían el servicio militar e iban a combatir, él se escaqueó con sus contactos, y, aún así se consideraba defensor de la patria i creía que sólo él y los noventayochistas se preocupaban por España.
Además, incluía en sus novelas principios de la regeneración, aunque estaban completamente fuera de lugar, ya que este movimiento había surgido por y para la restauración. Así pues, los idealismos que defendía ya no tenían razón de existir, eran simple palabrería.
Depende del punto de vista, podríamos decir que Baroja era un pequeño burgués ofendido porque España perdía sus colonias mientras los otros países las ampliaban, de manera que su país quedaba en ridículo delante de las potencias europeas. No es que sintiera tan hondo el nacionalismo español que sufriera cada golpe que le daban a su patria, sino que simplemente envidiaba a los otros países y se resentía de que España no fuera así. Tal como un niño mimado.

Aún así, Baroja negaba esta visión, aunque la verdad es que al grupo del 98 no les interesaba el 98.

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