Menos mal que con los rifles no se matan las palabras

jueves, 11 de noviembre de 2010

Análisis de la primera parte del libro



Nuestra profesora le dio muchísima importancia a la evolución del pensamiento de Andrés Hurtado. Supongo que si habéis leído la entrada anterior con el trabajo de relación entre el título de la novela y la evolución del pensamiento del protagonista sabréis un poco que Andrés tiene una sensación amarga sobre la vida. Coge los frutos que sus experiencias le dan y muerde con avidez de encontrar un fruto jugoso y, sin embargo, a cada mordisco que da el sabor es más amargo y asqueroso aunque no puede parar de comer.

Debido a la situación en los distintos ámbitos de su vida, el pensamiento de Andrés cada vez es más depresivo. Se lleva decepciones en todo lo que hace. La universidad no resulta ser como él esperaba, sus amigos no son amigos de verdad, no tiene amor y cariño suficiente en su familia y la situación general de España es casi insostenible.
Todo eso junto, explicado en la entrada anterior le induce a una especie de resignación, de evasión que le conduce a la búsqueda de respuestas.

El único sitio donde encuentra alguna respuesta satisfactoria a sus preguntas es en la filosofía y, sin embargo, los ideales de Schopenhauer, el pesimismo, son los que más se acercan a lo que él cree de la realidad. ¿Cómo si no explicar todas sus desgracias?

En el fondo, Andrés Hurtado es un tipo muy romántico, que se crea unas expectativas muy altas de la vida. Espera encontrar amor y una sociedad demasiado avanzada para su época. Es un personaje que ha nacido en la época equivocada.

Así pues, todas sus decepciones, esa sensación de que la vida es una cosa fea, le hacen buscarle un sentido a la vida y, al no encontrarlo, llega a un estado de resignación, de impotencia de querer actuar pero no saber cómo, ni cuando, ni dónde ni por qué.

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