Menos mal que con los rifles no se matan las palabras

viernes, 19 de noviembre de 2010

Análisis de la tercera parte

La tercera parte la comentamos muy por encima, no sé si fue porqué Mari Carmen le daba más importancia a la cuarta parte o por que se confundía con la otra clase, los del social-humanístico, y cuando tocaba comentar el libro hablaba de cosas que nosotros no habíamos leído todavía. Quizás fuese por uno de esos continuos malentendidos que suele haber entre profesor y alumno y nunca se logra descifrar si es que el alumno no ha recibido la información que necesitaba debido a un descuido del profesor o si se aprovecha de la circunstancia para quitarse trabajo de encima. Quién sabe.
El caso es que la comentamos muy poco, y empezamos a hablar de la cuarta parte sin haberla leído. Al día siguiente teníamos un pequeño control de la segunda y la tercera parte, y hablar de hechos que todavía no había leído contribuyó a mi gran confusión.

Durante la tercera parte, lejos de la ciudad, Andrés puede vivir un poco de tranquilidad, y la mejora de Luisito le alegra un poco ese corazón suyo que parece incapaz de esbozar una simple sonrisa.
Vemos en distintos aspectos la buena opinión que tiene Baroja de los pequeños pueblos de tierra yerma y mucho sol. Al llegar, Margarita ha embellecido, y Luisito está padeciendo una gran mejora.
Pero luego, con el traslado a la casa de los primos de su padre, en medio de la ciudad, el pequeño rayo de tranquilidad que amparaba a nuestro protagonista parece desaparecer, como si la sociedad la produciera mal estar. Así pues, yo creo que, inconscientemente sabe de dónde viene su mal, aunque no quiera aceptarlo, e huye de él.
Ya en Madrid hace lo que puede para escapar de la civilización, tan lejos del hombre como puede, y se va otra vez al campo, donde recupera la paz y la calma otra vez. Sin embargo, la muerte de Luisito cambia las cosas. Creo que en ese momento Andrés se pregunta si el oasis de felicidad en el que estaba era real o era simplemente producto del no-saber, de encontrarse lejos de los problemas, lejos de la sociedad de manera que no se enterase de lo que realmente ocurría y esa ignorancia fuese el motivo de su tranquilidad. Mi abuela siempre me dice que el saber es el tesoro más preciado, pero a veces no puedo evitar pensar que la ignorancia hace la felicidad del que no sabe que no sabe.

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