Menos mal que con los rifles no se matan las palabras

lunes, 8 de noviembre de 2010

El Árbol de la Ciencia. Pequeño resumen de los primeros 5 capítulos

El libro empieza en las puertas de la universidad de arquitectura, el primer día de curso de la carrera de medicina. Sí, he dicho medicina. La educación estaba tan mal en ese momento que los estudiantes de medicina tenían que desplazarse por todo el centro para ir de una clase a la otra. Andrés Hurtado encuentra allí a un viejo amigo por el que siente bastante antipatía y deciden que van a estudiar juntos, junto a otro chico llamado Montaner.

La primera clase resulta una completa decepción para Andrés. El profesor es un hombre presuntuoso y ridículo, quien gusta de aplausos y alabanzas y todos los alumnos, en su mayoría provenientes de provincias y puebluchos, se ríen de él y montan escenas escandalosas en cuando pueden. Sólo quieren fiesta, lujos y mujeres. Jugar, pasarlo bien y no preocuparse por nada.

Aún así también hay algunos estudiantes que quieren prestar atención, difícil tarea en medio del ruido que provocan los alborotadores y todavía más complicada debido al poco acceso a la cultura europea por parte de España. Querían hacer creer que España era grande y poderosa todavía, y para eso decían que lo grande en España era pequeño fuera, y al revés.

Esta restricción provoca un estancamiento de pensamiento, no se puede avanzar. Ahí puede comprobarlo Hurtado al empezar a estudiar. Los profesores son todos viejísimos y nadie les presta atención. No intentan explicar nada, no les importa si sus alumnos comprenden o no aquello que ellos explican y no son capaces de mantener la disciplina y el orden. Son completamente ineptos: dan una enseñanza casi al cien por cien mnemotécnica y muy poco práctica, que a Andrés le produce una profunda insatisfacción y decepción. Él esperaba encontrar una mezcla entre disciplina y respeto y atención al alumnado, pero no hay ninguna de las dos cosas.

Poco a poco empezamos a conocer a Andrés. Baroja nos habla de la familia Hurtado; la madre murió cuando él era joven, y su padre se gasta los pocos dineros que tienen en lujos totalmente prescindibles, como ropa interior de seda, y frecuenta demasiado a menudo bares. Está bien relacionado con gente de buena posición social y es muy atento y amable con ellos, al contrario que con su familia, a quienes no presta la menor atención. Sus ideales son opuestos a los de Andrés, por lo que discuten por todo, y son tan diferentes que al final llegan a un acuerdo de mutua ignorancia. Su hermano mayor es igual que su padre, incluso peor, y Andrés se siente asqueado por él. Con el segundo hermano empezando por la cabeza no mantiene relación alguna, ni de desprecio, ni de admiración ni de cariño.

Su hermana Margarita es la única por la que Andrés siente un mínimo aprecio. Aunque exteriormente parece fría y seca, es muy sensible, aunque ha adoptado una postura de resignación en frente a la vida y el dolor. Se encarga de todas la tareas de la casa y, todo y estar capacitada para llevar la administración de la casa, su padre no le deja y malgasta lo poco que tienen. Por último, está Luis, el pequeño; un niño cariñoso, sencillo y enfermizo que Andrés aprecia bastante.


Sus amigos tampoco le aportan respuestas a las muchas preguntas existenciales que se hace Andrés. Están Julio Aracil, su viejo amigo, y Montaner. Aracil es ambicioso, y no le preocupan los medios si justifican el fin. Es muy hábil y manipulador, y todo lo que hace es con el fin de ganar dinero. Es egoísta y cruel, sólo se preocupa por su apariencia y se ríe de los demás para demostrar su poder.

Montaner, por su parte, demuestra su incompatibilidad con Andrés desde el primer momento, debido a sus opuestos ideales. Montaner es conservador y monárquico y sus gustos literarios no son tampoco del agrado de Hurtado.


Debido a la poca realización que encuentra en la vida, a la falta de amor y cariño por parte de su familia, y a su infancia solitaria, Andrés se aísla un poco, buscando la soledad y la tranquilidad en una pequeña buhardilla que ha arreglado para convertilo en una pequeña habitación.

Su distracción consiste en leer y observar la vida desde la ventana de su cuarto. Se inventa historias para todo lo que ve y le pone nombres a los monumentos y edificios que se ven desde ahí.

Al finalizar el curso, la única asignatura que suspende es química (la clase del profesor pretencioso y amante de los aplausos) y se pasa todo el verano estudiando. Aún así, no entiende nada, y todo lo que memoriza lo olvida pasados unos pocos días. Así pues, de dirige a su tío Iturrioz para que le recomiende y, tras hacer el examen sabiendo que merecía un suspenso, lo aprueban.


Iba a pasar la página y estaba tan sumida en mis propios pensamientos, intentando relacionar algunos de los conceptos que habíamos trabajado en clase con lo que acababa de leer, que mi madre tuvo que llamarme varias veces a cenar. Me costó bastante levantarme del calor de mi cama, deshacerme del edredón y poner los pies descalzos en el suelo frío, aún así, el olor que venía de la cocina era tan bueno que no pude resistirme y mi barriga lanzó un pequeño ruido que, en su lenguaje, se podría traducir a “tengo hambre”.

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