Menos mal que con los rifles no se matan las palabras

jueves, 11 de noviembre de 2010

El Árbol de la Ciencia. Pequeño resumen del capítulo 6 hasta el final de la primera parte.

El segundo curso resulta más fácil que el anterior, aunque las asignaturas que cursan pondrían el pelo de punta a cualquiera. En clase de Anatomía y de disección abren y estudian los cuerpos de muertos que nadie trata con el mínimo respeto. Los alumnos se ríen de la muerte y hacen bromas macabras en cuanto tienen ocasión.

Andrés hace dos nuevos amigos, con los que discute sobre los mismos temas que con Montaner y Aracil para poder comparar puntos de vista. Cuando se ve con esos amigos y otros jóvenes de su edad, el único tema que parece interesarles realmente es la música clásica, que si Wagner o Beethoven.

En su aislamiento, Hurtado empieza a ampliar su biblioteca con libros que saca de donde puede. Algunos se los da su tío Iturrioz, otros los consigue por sus propios medios y otros ya estaban en casa.



Llega el verano y empieza el nuevo curso, por el que Andrés se siente bastante ilusionado; en segundo se estudia Fisiología, y Hurtado cree que el estudio de las funciones de la vida va a parecerle muy interesante. Sin embargo no es así. El libro de texto que deben usar resulta ser un libro estúpido y aburrido, y el profesor explica con tan poca pasión e interés su materia que Andrés pierde cualquier motivación que tenía al principio.

Durante todo el segundo curso, Andrés y Julio intiman bastante, por lo que podemos ver como es Aracil en realidad; egoísta hasta la médula, sólo se preocupa por su imagen y por ser superior a los demás. Durante el verano, Andrés conoce un poco más a Montaner y, pese a sus diferenciados ideales, se hacen amigos. Aún así, Montaner resulta ser un hipócrita: cuando se encuentra a solas con Hurtado habla mal de Aracil y sin embargo, cuando llega Julio pasado el verano, corren los dos a reunirse con él.



En el cuarto curso hay de nuevo otra motivación para Andrés, la clase de Letamendi, un profesor que es considerado un genio por todos los alumnos, y que se dice que es uno de esos hombres que deberían conocerse internacionalmente, pero que la ignorancia de los otros países europeos sobre España y su cultura hace no sea posible. Se acepta la teoría de que esta falta de saber sobre lo español se debe al odio que sienten los otros países hacia España.

Andrés empieza a leer el libro de Letamendi de matemáticas aplicadas a la biología y queda completamente entusiasmado. Así pues, convencido de que impresionará a sus amigos (esos amigos que sólo saben hablar que si de Beethoven que si de Wagner) se ve un día con ellos y les explica la teoría que ha descubierto en el libro. Los jóvenes, en su mayoría ingenieros, se ríen de él, ya que las matemáticas que utiliza Letamendi se basan en principios no válidos, es decir, que no son más que juegos ingeniosos.

Como no, Hurtado se lleva otra decepción, aunque la palabrería de Letamendi le induce a introducirse en el mundo de la filosofía y leyó a Fichte, Schopenhauer y Kant y, no con poca dificultad, llega a comprenderlos y a aadmirarlos.

Al empezar el siguiente curso, Luisito, su hermano pequeño, cae enfermo y el médico que le trata no le da ningún remedio aunque Andrés le sugiere varios. Durante la enfermedad del hermano menor, por el que Andrés siente un especial cariño, se une más a su hermana Margarita, que se queda noche sí y noche también al lado del enfermo cuidándole.

Durante el curso, Hurtado se hace amigo de un compañero de clase mayor que él llamado Lamela, que es un romántico enamorado de una señora que él dice que es la más bella de todas y que está enamorada de él y, sin embargo es una mujer poco agraciada que miraba a Andrés con desprecio.

Cuando Hurtado y Aracil empiezan unos cursos que da un médico en el hospital de San Juan de Dios Hurtado de deprime de nuevo debido a los malos tratos que reciben las enfermas internas en el hospital. Nadie las respeta; las tienen encarceladas sin poder ver el sol ni sentir el aire, y las privan de cualquier placer que puedan tener. Así pues, Andrés decide no volver más por ahí y, cuando llegan los exámenes de alumnos para ir de internos al hospital central, le pide a Iturrioz que le recomiende y sólo él y Aracil, que también ha pedido recomendación, salen aprobados.

Ahí encuentra todavía más motivos de decepción, parece que el pesimismo de Schopenhauer está presente en todos los aspectos de la vida. En el hospital también encuentra una falta de moralidad muy grande, falta de humanismo y de preocupación por los pacientes. También hay el hermano Juan, que entrega su vida al cien por cien a los enfermos del hospital, pero Andrés también se siente asqueado por él, ya que no encuentra humano querer vivir rodeado continuamente de desesperación y dolor. No ve la normalidad por ningún lado, no hay un punto intermedio en ninguno de los aspectos de su vida, parece que solo existen los extremos.

Otro punto interesante a destacar es el diario de una monja que encuentra en el hospital, que está escrito de manera sencilla, natural, relatando el día a día del hospital con una gracia que sorprende realmente a Hurtado.



Me gustó mucho ese detalle del diario. Supongo que es emocionante pensar en la sensibilidad que demuestra Andrés (y, por consecuencia) Baroja, al saber apreciar realmente la belleza de la sencillez y emocionarse por eso. Quizás sea simplemente porque me gustó la idea de pensar que nuestra vida del día a día puede parecer hermosa vista desde fuera por gente que no conocemos.

El tren paró por tercera vez. Cerré el libro con prisas para no quedarme encerrada en el vagón sin poder salir en la parada correspondiente y, sumida en mis pensamientos, salí a la calle. El frío del aire me recordó que ya quedaba poco para que llegase el invierno, y sonreí como una niña cuando vi que mi aliento formaba un vaho todavía poco consistente que anunciaba que en unos minutos, cuando llegase a casa, la chimenea encendida con mi perro tumbado delante me parecería el paraíso.

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